domingo, 31 de enero de 2010

Dos Viejitos


Miro y observo.


En una playa cualquiera.

Veo a una pareja viejitos de más de 70.

En paz sin decir nada, cada tanto un comentario casi cotidiano, de esos que no tienen la más mínima relevancia, pero que hay que hacer para que no pase tanto tiempo sin decir nada, como para llenar estéticamente el silencio.

No hay mimos, pero los dos sienten que han sido el uno para el otro, como si no hubiera habido otra posibilidad de elegir y si la hubiera habido, se hubieran vuelto a elegir.

Sin mimos. Creo que las veces que he visto una pareja de señores mayores haciéndose arrumacos, o es o porque estoy viendo una película, o porque son dos viejitos que se conocieron ya a una edad avanzada y que hoy viven recién algunos años de estar juntos.

Los sigo mirando. Me pongo a pensar que pasa entre medio de ese silencio. En que piensan mientras miran y escuchan el mar.

Me imagino que piensan en lo hijos, en las parejas de esos hijos, en lo raro que actúan los nietos, pero cuanto los quieren, en lo que se perdieron, en lo que ya pasó...

Él está más serio y ella más joven. Él usa el short de hace 10 años y ella siempre intenta estar un poco más coqueta. Ella le pasa bronceador a él y ella se lo pasa a ella misma.

Entre ellos y yo hay un par de señoras hablando de sus ex maridos, que las dejaron por otras con 10 años menos que ellas y las clavaron con hijos y nietos y un montón de soledad inaudita para tener 50 años. Viejas para ser jóvenes y jóvenes para ser viejas.

Sigo mirando y veo niños, muchos niños que son más felices en la playa que en cualquier otro lugar. La playa le gana al pelotero, al play y a todos los que rajen.

Veo madres preocupadas por sus hijos y padres que leen el diario ocupando todo su perímetro visual, abstrayéndose de todo, como si el acto de conducir hasta la playa y cargar unas sillas, fuera su única obligación en toda la tarde.

Jóvenes que toman cerveza como si fuera agua mineral y luego se les da por hacer el clásico picado y hacerse los Ronaldinho, no dejando una pierna sana.

Sigo mirando y veo a los que bajan cargados de petates a las cinco de la tarde como si se quedaran a acampar en la playa todo el mes, mientras las chicas suben porque están desde la una, ignorando el ozono y el cáncer, todo por una noche de baile con color más caribeño que aquel jugo sumado el mismísimo Julio Ríos.

También está el que se cree Acuaman y se mete tan profundo que se le ve solo la cabecita, mientras los Guardaviítas muertos porque no ha llovido en casi todo el verano y no tienen un día libre hace un mes, bajan de su bunker por si tienen que actuar y salvar al vivarola de las patas de rana.

Veo jugar a muchos deportes como boleball, tejo y paleta. Y los viejitos siguen ahí, mirando, solo mirando.

Pensando en el pasado y creyendo en el futuro que en definitiva terminará siendo igual que el presente.

Siguen casi callados, casi felices, casi cansados. Pensando en la subida de la duna hasta el auto cuando ya les venga el fresquete.

Pesando en la cena, en el riego y el mata hormigas.

Y así el tiempo les pasa. Así en paz. Esa paz que no pudieron tener antes, esa paz tan disfrutable, tan tediosa, tan asquerosa. Esa paz que los tiene tristes porque están solos, pero pensando que están mejor que la semana pasada, cuando nueras y concuñados llenaron la casa de gritos, arena y mugre.

Miro y observo.

En una playa cualquiera.

Veo a una pareja viejitos de más de 70.

Veo la historia de los dos viejitos que llegaron a esta edad, y no saben bien como hacer para que mañana sea diferente y cuando intentan cambiar, les resulta tan estresante, que prefieren dejar todo como está, porque para problemas ya han tenido suficientes en la vida de años pasados.

Dos viejitos lindos, con mirada perdida.

Dos viejitos hecho el uno para el otro.

Dos viejitos que parecen que se han dicho todo, pero siempre hay cosas que ocultar.

Dos viejitos como tantos, que solo por el hecho de ser viejos son mucho mas buenos y adorables.

Dos viejitos que ojalá sepan vivir los que les queda, porque nos pasamos la vida pensando en mañana y cuando llega el día de no hacer casi más nada, nos aburrimos y nos morimos.

Ojala sepamos vivir bien hoy y mejor mañana.

En definitiva de eso se trata la vida, porque no cabe duda que la llegada de la muerte no la podemos modificar.

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