lunes, 19 de abril de 2010

Ayer fui al Estadio

Ayer fui al estadio a ver el clásico del futbol Uruguayo.

Pero antes de decir algo del mismo, voy a hacer una breve reseña de mi relación con el futbol.

Cuando era niño mi padre trabajaba como Periodista Deportivo en un Periódico, pero también trabajaba en otra empresa a la mañana, por esa cosas de familia italiana donde la mujer bancaba la casa y el hombre el presupuesto, el viejo metía 15 o 16 horas diarias fuera de casa.

Por todo esto, mucho a mi padre no lo veía y decidí que si Mahoma no venía a la montaña uno tenía que ir al Estadio con Mahoma.

Sábados y Domingos de mi infancia me pasé correteando por el Centenario, viendo tanto a Peñarol como a Nacional.

Siempre digo que me hice hincha de Peñarol por elección y no porque alguien me hiciera, ya que mi viejo era de Defensor y si bien algún familiar tenía en la vuelta tanto de uno como de otro equipo, pude apreciar empíricamente, que valores transmitía una y otra institución.

Era la época donde las hinchadas compartían tribuna (algo impensado en estos tiempos) y no puedo negar que esa cosa más de pueblo, de los colores, del temperamento de los jugadores y de la hinchada que nunca paraba de cantar, siempre me atrapó más en Peñarol que en Nacional.

Luego en la adolescencia me independicé de que papito me hiciera entrar de garrón al Coloso de Cemento y viví ese famoso Quinquenio tan pintoresco plagado de cosas raras. Viví momentos increíbles, donde esa unión que ya se había arraigado en mí desde niño, en mi juventud se hizo todavía más fuerte.

Tanto es así, que era impensado para mí no ir a la cancha cuando el Carbonero jugaba en donde fuera y menos aún ir a una tribuna que no fuera la popular, ya que ésta tenía esa cosa de energía y pasión irracional que la verdad me hacía divertir mucho y sobretodo me hacía sentir parte.

Pero claro, nada es para siempre, y Peñarol cometió tantos errores conceptuales como los de Uruguay luego del 50, ganando algo increíble y luego dejando de construir un futuro, pensando que podía vivir del pasado para siempre.

Pero de todos modos seguía yendo, seguía amargándome, por algo que en realidad no tenía tanta importancia, más que bancar al otro día, algún amigo del otro equipo que se reía un rato de uno.

Pero bueno la vida cambia uno se hace grande y un día te das cuenta de algo que sabías y apreciabas pero no le dabas la importancia que se merecía.

Entonces, entre algunas amarguras, otros actos de corrupción tanto de propios como ajenos, actos de violencia y el pésimo espectáculo que uno recibía en contrapartida, lentamente me fui desmotivando, además de que era socio desde los 12 años y pagar una suma de dinero - que quizás hoy no me desequilibra el presupuesto - pero que en ese momento por esa cuota social, quizás dejaba de salir un fin de semana, me resultaba mucho esfuerzo de todo tipo por muy pero muy poco a cambio

Es así que me entre a preguntar cosas como:

¿Estoy cortando mi fin de semana por este espectáculo paupérrimo?

¿ Tengo que jugarme la vida en cada cancha de mala muerte viviendo situaciones realmente extremas por un partido de futbol que además transmiten por la tele?

Ahí comencé a seleccionar los partido potables, donde sabía que la mano venía mas o menos competitiva y no era de extremo riesgo.

Luego el paladar se entro a refinar aún más, me mudé a 30 km de Montevideo, y llegó un momento en que a menos que Peñarol jugara entre semana y justo me quedara a una hora cercana de la salida de mi trabajo, no iba ni que me pagarán.

Pero por otro lado, le resaca de ese fanatismo histórico, hizo que tampoco me perdiera casi que ni un partido por TV.

Aunque claro, una cosa es prender la tele 2 horas y otra cosas es perder toda la tarde.

Toda ésta perorata fue para justificar lo que me pasó ayer, entender el contexto y reafirmar que al futbol hoy va gente que necesita sacar para afuera solamente odios y frustraciones.

Lejos estamos de estar en paz en cuanto a seguridad, de estar felices por el despliegue deportivo y menos aún con un terreno de juego que la verdad es tétrico y que debería ser lo mínimo que se tendría que tener para un partido de futbol más o menos normal.

Porque digamos la verdad, uno va al cine y tanto el audio como el video más o menos tiene que salir bien, y por más que la butaca este medio rota, si la peli es buena, nos vamos más o menos conformes.

Pero cuando uno va al Centenario se esta lejos de que se cumpla con las mínimas necesidades básicas.

Y acá empieza a terminar la historia:

Volví por una sola razón. Mi hijo me lo pidió y la verdad es que vengo diciéndole que no a muchos clásicos, zafando con el tema violencia.

Pero bueno, en este caso accedí, ya que de los peligrosos, éste era un poco menos y como somos socios, entrábamos gratis y podíamos ir a la América, tribuna teóricamente más tranquila.

Antes de decir la razón de por que le llamo “tranquilidad teórica”, voy a comentar los otros temas que no voy a tocar y que también conspiran como para que un persona normal no tenga ganas de ir al Estadio, sin importar el resultado deportivos.

No voy a hablar de: los asientos que a penas entra una persona, donde los vendedores no tiene lugar para pasar por ningún lugar pero igual el cafetero te tira las gotas de café con esa canilla infame, más el que vende papas chip, que te las deja a una módica suma de 50 pesos el pequeño y aireado paquete.

Tampoco voy a hablar de que hay gente que pagó mas de 400 pesos y se sentó en la escalera, mientras en el entretiempo había gente que queriendo ir al baño, pisoteaba a casi ancianos que no habían encontrado lugar.

Podría seguir pero se hace aburrido, solo una cosa más quiero destacar, es que esto que cuento se da en la AMERICA, porque no quiero contar los robos y el trafico que se dan en las populares donde la verdad, uno tiene que ser cuasi mafioso para no alarmarse.

Y tengamos en cuenta que soy un tipo de barrio, que fue a la Amsterdam casi toda mi corta vida y que me crié en la cancha del Auriblanco e iba a ver al basquetbol a Peñarol hasta en la cancha de Waston.

Pero hay una cosa a la que de verdad me quiero referir, e intentar transmitir mi preocupación por ver como ya no son solamente 500 inadaptados los que hacen cosas indebidas o actúan como personas casi analfabetas.

Siempre me preocupó como ya hace un tiempo, algunos cantos no tan formalmente correctos iban entrando en otras personas, pero la verdad que a la larga, siempre lo veía como algunas canciones subidas de tono, que solo quedaban en el ámbito de la Amsterdam.

Lo que escuché ayer ya no fueron canciones que hablaban de muerte, cosa que ya me parece deplorable, pero que, si bien no estoy para nada de acuerdo con la misma, puedo - y no estoy muy seguro de esto que estoy expresando - llegar a entender - sin justificar en lo mas mínimo - que algunas personas mucho más educadas que otras excluidas por la sociedad, canten algo tan terrible como matar a uno del otro equipo, por el hecho de que lo cantan pero no lo desean, y solamente lo expresan en tono muy general, si vale que esto se aplique en algo general.

Pero ayer veía como padres de familia cantaban, y al cantar daban el ejemplo a sus queridos hijos, una canción que rezaba de la siguiente manera.

“Allá en el parque hay una banda que es la más puta de todas
La que se pone el chaleco la que se pone la gorra

La que pide la Colombes marca tarjeta en la novena y con la pija del manya le gusta hacerse un enema

Para ser de la blanca hay que chuparla

Para ser de la blanca hay que mamarla

Para ser de la blanca hay que chupar la leche la del carbonero

Leche leche leche, la del carbonero

Leche leche leche la del carbonero…”

Creo que luego de esto y de ver como casi toda la tribuna América llena de personas que tuvieron la suerte de recibir una educación bastante más formal que los de la popular, cantaban ésta patética canción, estoy completamente seguro que hoy a la cancha van mucho mas que 500 inadaptados.

Me acuerdo como en esa misma tribuna pero hace 20 años atrás, una señora se paraba indignada a gritarle a la popular porque en su canción incluía la palabra PUTO.